Recordando el pasado - Capítulo IV

Mientras veía como ella subía la escalera un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. No comprendía bien la situación pero sabía que ella no podía marcharse de aquella casa. Pero… ¿Cómo había sucedido esto? ¿Por qué necesitaba tanto a alguien a quién no conocía? ¿Por qué sentía que la conocía de toda la vida? ¿Por qué era tan importante para él? ¿Por qué no podía vivir ya sin ella?

-¿Qué voy hacer cuando ella no encuentre su ropa?- se dijo.- ¿Pero qué digo? Me estoy volviendo loco… necesito echarme… pero esta sensación que tengo… - se decía mientras ponía un pie en las escaleras- No, no quiero subir… no quiero que esto termine… ¿y si ella no está? Estaría loco… y no quiero averiguar ninguna de las dos cosas… si ella no está… si me he vuelto loco… necesito echarme- Se acercó al sofá y se echó mientras en su mente dibujaba una y otra vez a aquella mujer que le sonreía- Sí… debo estar completamente loco.

Despertó sobresaltado, el teléfono sonaba.

-¿Si?

-Hola tu.

-Joder tío… empiezo a pensar que estoy completamente loco- decía mientras se levantaba e iba a la cocina- No te puedes imaginar la paranoia que he estado soñando- al ponerse frente a la nevera para abrirla vio una nota.- Espera…-

“No te he querido despertar… no he encontrado mi ropa, seguro que los de la mudanza la han perdido, ¿podrías llamarles?
Te quiero.
P.D.: No te olvides de lo de esta noche”

-Vale, no estoy loco… pero no entiendo nada-

-¿Qué pasa?
-¿Te acuerdas esta mañana cuando me dijiste que si había una tía en mi casa?

-¿Yo? Si es la primera vez que te llamo hoy.

-No me jodas… que hemos hablado dos veces. Mira… comienzo a cabrearme… una cosa es que una loca se me cuele en casa y otra muy diferente que resulte que el loco soy yo.

-¿Pero qué dices? Te he llamado porque Marina ha llamado a mi chica preocupada… que dice que estabas muy raro esta mañana y que te llamase… y comienzo a pensar que no estás nada bien.

-¿Marina? ¿Cómo que Marina? ¿Quién es Marina? Mira… vete a la mierda- Dijo y colgó el teléfono.

-Me va a estallar la cabeza… se llama Marina, Marina… y Antonio la conoce… y que tiene “chica”… ¿desde cuándo tiene chica? Y que yo estoy raro… cada vez entiendo menos… de hecho no entiendo nada. ¿Me abre vuelto loco de verdad? ¿Cómo no voy a recordarla?

Se acercó al escritorio y reparó en el agujero que había en su madera. –Ya no me acordaba de esto…- Metió la mano y saco varios papeles y una llave. Habían dos cartas… una color verde y otra blanca sellada con lacre aplastado con la llave.

-Verde, como no…- dijo mientras se dibujaba una sonrisa irónica en su cara- Imagino que esta será la primera que deba abrir… hay abuelo… -

Las manos le temblaban y un sudor frio le recorría la espalda. Aquella carta de papel tan verde le traía recuerdos a su mente que creía haber olvidado hacía tiempo pero al tener ese color delante de nuevo se dio cuenta que lo único que había hecho durante todos esos años era asimilar algo que le marco de por vida.

Tenía la sensación de que al abrir aquella carta nada iba a ser como siempre y que, sin saber cómo todo su mundo se desplomaría ante sus pies.

Cogió el sobre y lo acercó a su nariz –si abuelo, esto es tuyo…- Lo miro de nuevo… le parecía como si aquel sobre pesase una tonelada a pesar de su aspecto delicado. Lo abrió y de dentro cayeron unas hojas que enseguida recogió - ¿Y ahora que me espera abuelo?-.

Comenzó a leer.

“Dicen que todo es un cúmulo de casualidades. Que esta vida ya está planeada y según el individuo con un destino y unos pasos ya marcados. La gente se equivoca.
Yo he tenido la oportunidad de crear mis propios pasos y seguramente elegiré mi final cuando crea conveniente, o eso es lo que hasta el momento he podido comprobar.

Con tan solo 41 años que tengo, dos niños y viudo desde hace tan solo seis meses a veces me faltan las fuerzas, aunque cada vez tengo más claro que es por mi propio egoísmo.

He vivido lo más maravilloso que jamás nunca nadie podría imaginar… algo que ni en mis más profundos sueños podría haber imaginado y que ni en mis peores pesadillas pensé que podría haber soportado… es lo que tiene la mente y el corazón humano… que sorprende a la vez que asusta, que adoras a la vez que odias… que te falta a la vez que sobra.

Hoy hace 18 que ella apareció en mi vida… hoy la recuerdo como el primer día en el que la taché de loca cuando el loco era yo. ¿Cómo pude olvidarla? ¿Cómo pud
e olvidar todo nuestro pasado juntos?

Mi mente durante estos años me ha jugado muy malas pasadas. Después de mi “lapsus” mental tuve la gran tarea de recopilar datos… Nunca olvidaré los tres años que pasé en el psiquiátrico intentando recordarla… a ella… pues era lo único que mi mente pasada, mis recuerdos no querían traer a mi mente.


Nunca olvidaré los gritos de impotencia en aquella sala aislada, las lágrimas derramas que se evaporaron en ese suelo en el que ninguna fregona se atrevía si quiera pensar mancillar, en cómo dejaba mis uñas marcadas en aquella puerta de metal y cuando la veía a través de aquella pequeña ventana marcharse… cuando yo gritaba “esa es la loca no yo” como me miraba y lloraba… con auténtica desesperación.

Recuerdo las fotos que me enseñaba en las que yo estaba junto a ella, en infinitas ocasiones en miles de lugares diferentes. Las cartas que la escribí de mi puño y letra imposibles de falsificar. Y mi negación a lo evidente… a lo que sentía por ella… a lo que no encontraba explicación… Y es que no hay mayor locura que creer en la cordura.

Perdí tres maravillosos años por no entender que el que estaba mal era yo… perdí un tiempo que nunca volverá ahora que ella ya no está…

Se fue a la tumba sin poder confesarla… a ella, mi vida… que nunca recordé ese pasado que mi mente me robó. Que esos años que desee y sigo deseando recordar se esfumaron sin poder disfrutarlos en un futuro ahora solitario como recuerdos únicos. Jamás la revelé que nunca recordé cuando nos conocimos, ni cuando la vi por primera vez. Que averigüe cuales eran sus flores favoritas por casualidad y que supe que la encantaba la mermelada por como metía el dedo en el tarro todas las mañanas. Pero debía salir de allí. No podía por más tiempo ignorar mi debilidad… como logró enamorar de nuevo mi corazón olvidadizo viéndola tan solo una vez al mes durante aquellos largos años y como me esperó siempre… con sus ojos gritándome la palabra esperanza.

Marina mi vida… como te echo de menos y cuanto no recuerdo y cuanto recuerdo ya que es lo único que me queda de ti.”

-Pero… Marina… abuelo… Marina… no sabía nada de esto… Marina…- decía mientras miraba por el gran ventanal.

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